Se interpondrá entre nosotros
y la enorme bola de fuego
que nos hace azules.
Van a
retransmitir el eclipse
por la radio.
Los que no podáis escucharlo
estad atentos.
Esto
no volverá a repetirse. Atentos
al pájaro que alza el vuelo desde
la cornisa. Estad atentos
a lo que sea que venga
al doblar la esquina,
a los
helados que se derriten
y al pan duro.
Estad atentos a la olla exprés, y al olor
de los semáforos: cuando la fruta esté ya verde,
dejad la voz en marcha y bajad
del coche. Los escaparates
tendrán peces de tierra firme
a cambio de un rato
para calmarse. En los relojes
las agujas tejerán el tiempo
en lugar de
descoserlo.
Bajad
y dejad la voz en marcha,
que se escuche en la calle
el rumor
de lo que vive
sin más. No despertéis
hasta que el sueño acabe;
y si os
despiertan,
cerrad los ojos de nuevo
y regresad. Venid
y que el tiempo
no
acabe.
Cuando los zapatos marquen las doce
será el momento de saltar a la pata
coja.
Después el sol caerá rodando
por detrás del mar y las montañas,
y
ya nunca, nunca, nunca más
volverá a repetirse
este día.
Lo sé
por experiencia:
ayer, sin ir más lejos,
sucedió
lo mismo.
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